Una puerta hacia la felicidad
Saber si realmente eres fiel a ti mismo
Cuántos miles de veces nos hemos preguntado si
estamos haciendo lo correcto, si las decisiones que tomamos nos van a llevar a
sentirnos mejor, a “estar mejor” y nunca sabemos realmente cuál es la mejor
decisión hasta que la hemos tomado y podemos ver si lo era o no.
Pues aunque no lo creamos hay una forma
infalible de saberlo y su fundamento está en preguntar.
Muchas veces, cuando tomamos esas decisiones
sentimos que se nos cierra el estómago, que nos llenamos de miedo y de
incertidumbre que nuestro cuerpo se tensa y se contrae, otras nos sentimos
ligeros, relajados e incluso felices por la decisión tomada. Aquí está la
clave.
Nuestro cuerpo, ese maravilloso y perfecto
vehículo que habitamos para vivir en este planeta tiene la cualidad y sabiduría
necesarias para saber cuando algo es conveniente o no para nosotros. Su
perfecta biología, sus entramado de átomos, células, líquidos, órganos,
neuronas, sistema nervioso, etc... son los mejores indicadores de nuestros
errores y aciertos.
¿Cómo podemos preguntar a nuestro cuerpo?
Al cerebro una situación real y una imaginaria
le llevan a tener una misma respuesta física, si hacemos preguntas obtendremos
una respuesta física con la ventaja de que se involucrarán tanto la mente
consciente como la inconsciente, cosa que no ocurre cuando la pregunta la
hacemos para obtener sólo la respuesta de nuestra mente.
Por ejemplo, mañana voy a tener una entrevista
de trabajo y no sé si realmente me interesa obtener ese puesto o lo hago por
cumplir socialmente porque me han estado juzgando por no tener trabajo. Antes
de ir a la entrevista me pregunto ¿cómo será mi vida los próximos dos años si
supero la entrevista y obtengo ese puesto? Y siento cuál es mi reacción física.
Luego pregunto lo contrario ¿cómo será mi vida los próximos dos años si no
supero la entrevista y no obtengo el puesto?
Supuestamente, según lo que nuestro
pensamiento “lógico” diría es que tenemos que hacer lo imposible por obtener
ese puesto pero resulta que cuando hago la primera pregunta mi cuerpo se tensa,
me duele el estómago, me contraigo y me cuesta respirar; y cuando hago la
segunda me relajo y respiro profundamente. En este caso mi cuerpo me está
indicando que ese no es el mejor camino para mi, me cuesta creerlo (a mi mente)
pero el malestar es tal que tomo la decisión de no presentarme a la entrevista.
Esa misma tarde en la que mi mente no me deja
en paz diciéndome que soy una irresponsable me llama una amiga y me dice que un
amigo suyo está buscando una persona como yo para hacer el trabajo que más me
gusta, que si quiero hablar con él. De pronto me siento feliz, relajada,
ilusionada, e imaginando miles de posibilidades de hacer y crear con lo que me
encanta hacer, y aquí mi cuerpo está volviendo a hablar, comunicándome que esto
es bueno para mi.
Esto que he relatado, que parece fantasía, es
algo que nos ha ocurrido casi a todos pero nunca nos hemos parado a
relacionarlo con nuestra respuesta física. Este es el camino directo para entrar
en contacto con tu verdadero ser, con el que realmente eres y no con aquel que
tiene que ser, hacer, cumplir, parecer, etc... Este es el camino para empezar a
experimentar la felicidad sin sentimientos de culpa. Sólo se puede ser feliz
abrazando todo lo que eres y siendo fiel a ti.
Te invito a probar, observa tu cuerpo cada vez
que quieras y siente cómo te sientes en cada situación, verás que descubres
muchas cosas de ti mismo que jamás habías visto; y si te apetece, escríbeme y
cuéntanoslas, será muy enriquecedor para todos.
Gracias